Un mal día

Maik era un muchacho con muy mala suerte y decidió un día ir de compras al centro comercial; cuando estaba por llegar al sitio, de repente comenzó a llover, de la nada aparecieron relámpagos en el cielo y se escuchaban truenos incesantemente, las gotas de agua eran inmensas; parecía como si se estuviera repitiendo el diluvio universal. Este joven caminó hasta la lejana entrada del centro comercial por lo cual se mantuvo bajo la lluvia durante mucho tiempo.
Al llegar a la entrada del lugar vio toda su ropa mojada y sucia, incluyendo sus botas negras, regalo de su mamá el día de su cumpleaños. A pesar de esto, decidió entrar y dirigirse a una de las tiendas a buscar la patineta con la cual quería ganar una competencia. Cuando estaba caminando le dio mucho frío, pues estaba todo mojado y el aire acondicionado del centro comercial estaba al máximo por esta razón quiso comprar una taza de café.

Cuando entró a la cafetería se sentó en una silla y pidió su orden al mesonero, indicándole: “solo lo pagaré si en realidad está caliente”. Quien lo atendió fue hasta la cocina y pidió el café más caliente y se lo llevó al pobre muchacho, pero como el piso estaba mojado por la ropa de Maik, el mesonero resbaló y derramó el líquido caliente sobre la ropa de este chico, quien quedo blanco como un oso polar del susto para luego ponerse rojo como un tomate por la quemada que le acababan de propinar.

Muy molesto – más que de costumbre – este joven decidió salir del centro comercial. Cuando estaba llegando a la calle dos ladrones lo agarraron y le quitaron todo, incluyendo el dinero para trasladarse hasta su casa. Después de burlarse de él, lo golpearon y lo dejaron en el suelo. Una señora pasaba por la calle y confundió a Maik con un indigente y le dio 500 Bolívares. Este poco afortunado joven se molestó al principio por la confusión de la mujer pero lo aceptó pues le servirían para llegar hasta su casa.

Con este poco dinero se montó en un autobús de ruta seis, el cual llevaba los vallenatos más horribles de de todos los tiempos. El pobre Maik, aturdido por la música, decidió bajarse del transporte público y caminar hasta su casa. Así por lo menos caminando se relajaría y olvidaría el hecho de no haber comprado su patineta.

Maik Russa. Mayo, 2002

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